lunes, 28 de septiembre de 2015

Secuestro



La carretera abre la boca del infierno
La luz del fondo recorta al cancerbero
Sólo la cuneta se traga la velocidad de mi sangre
Y dejo que una raposa muerta me cuente su historia de oscuridad y estruendo
Los matojos se estremecen bajo el peso de la bruma
Y huyen giróvagos acariciando la sequedad de mis ojos
El océano celeste desaparece tras ellos
Buscando otros paisajes
Otros lugares ilesos que no despierten el tiempo

La gravilla que se escapa del arcén
Rezuma un abandono extraño
Aquél que se ausenta entre cada exhalación
Ése que recorre con los dedos las dermis dormidas de todas las tardes
Éste que me obliga a la quietud de un grito
Cuando el silencio penetra el aire y lo preña de vacío ahogado

La mirada hipnótica del poniente se apaga
Sus pesados párpados me arropan con lentitud y humedad
Se envuelven mis pupilas en las caracolas de la noche
Un sueño viscoso se deleita al tragar las últimas imágenes
Restos de las llamas que mueren bajo el peso de un eco sordo fugitivo de tu memoria
Mientras el plomo oxidado del final de todas las historias
Da negra sepultura a los últimos coletazos de un día que es cualquiera
Cualquiera

Nada de lo que dejé olvidado viene a rescatarme
Nada de lo que traigo es sólido pedestal
Nada de lo que encuentre será consuelo

Sólo el aliento de un sueño
Evocado con lucidez cualquier noche entre las distorsiones de la realidad
Rescatará el presente
Y no habrá luz ni oscuridad
Que no sean mías
Ni relato alguno que me desmienta

Calla la raposa
Desaparece la cuneta y el silencio  vomita sobre el salpicadero
La agria ausencia de tu voz

Háblame
No me prives de las palabras antídoto que llenan tus manos
No dejes que el paisaje me consuma en su hoguera
Háblame
Que tu voz es el rescate exigido por la noche que me secuestra en cada horizonte

Háblame
Repite el conjuro que me acaricia la nuca
Y devuélveme como cada día al mundo que ha de ser







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