viernes, 1 de abril de 2011

¡Qué bueno ...el café!


¡¡Que bueno ...el café!!, precisamente porque le habían amargado el día, el café, sin azúcar, le supo muy dulce, intensamente reconfortante. No era necesario dar más vueltas a toda aquella tragicomedia que le cayó en suerte, total ¿para qué? Lo pasado ya pasó y lo hecho hecho está, ¿no?, eso decía su abuela... A fin de cuentas, nada podía cambiar, se acabó, ya está. Tampoco fue culpa suya, simplemente se limitó a actuar como creyó conveniente. Ahora ya daba igual, el café calentó su pecho, tiñó su memoria y la oscuridad le hizo olvidar todo. Ahora estaba feliz, se levantó y caminó hacia el pasillo, no recordaba haber dejado la luz encendida, ni siquiera vio su propio cuerpo sin vida a sus pies, su cadáver perlado, inmóvil, con una cianótica sonrisa en sus labios. Estaba realmente bueno...ese café.

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