domingo, 24 de abril de 2011

El penitente

          Arrancó la procesión, lenta, medida, acompasada... el estruendo de los tambores, el murmullo de la gente,... paso a paso avanzan los penitentes, túnicas, capirotes y velas,... esfuerzo a esfuerzo los portantes, sudor oculto por el tercerol, a golpe de mazo, a ritmo de bombo. Un niño llora porque el ruido asusta, porque el miedo es libre y no ve las caras, sólo unos ojos que no sabe por qué o qué miran... muchos flashes para recordar instantes que probablemente no digan nada a quien después contemple imágenes estáticas, silenciosas,... Imágenes que representan el sufrimiento, el dolor, la traición, la pena, tristes sentimientos hechos fiesta y convertidos en amor, para uso y disfrute de quien lo quiera, para oración de quien lo necesite, para ... para lo que cada uno encuentre...
           Y ahí va un penitente, ahí se pregunta por el sentido de todo esto, ahí está la teatralización de un sacrificio ante el que se desatan los más encontrados sentimientos, y... el penitente, con los ojos bajos, tras pasar una farola, encuentra su propia sombra, triangular, en movimiento, y la vela, la sombra de la vela, alargada y humeante, y ahí está lo que no se ve, el fuego que da luz al camino, por pequeña o grande que sea la llama, no tiene sombra, y sí la tiene el humo, igual que el espíritu, intangible porque no se ve, pero claramente manifiesto en lo que produce. Y ahí va un penitente, lento, acompasado, con el bombo en el estómago, con la mirada fija, con la fatiga encadenada y la mente flagelante... ahí va el penitente.

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